Oscar (y) Niemeyer (2/2)


Fig. 1. Museo de Arte Contemporáneo, Niteroi, Río de Janeiro

(Continuación de Oscar (y) Niemeyer (1/2))

En Brasilia la colaboración alcanza su apogeo, no sólo la del niño y el adulto, sino también la que vuelven a mantener Costa y la integración de urbanismo, arquitectura y poesía alcanza una de la cumbres de la modernidad, como ocurre en el Congreso Nacional (figs. 2 a 5), obra paradigmática de la Nueva Monumentalidad promulgada por Gideon; la ciudad se convierte en arquitectura, la arquitectura en símbolo y el símbolo en memoria colectiva del pueblo.





Figs. 2 a 5. Congreso Nacional, Brasilia

Las fronteras entre el trabajo de uno y de otro son cada vez más difíciles de distinguir en el Palacio de la Alborada (figs. 6 a 10), en el Palacio de Planalto, en el Supremo Tribunal Federal (figs. 11 y 12), en el Palacio de Itamaraty (figs. 13 a 17), en el Ministerio de Justicia (fig. 18 a 20) o en el Teatro Nacional (fig. 21). Los esquemas racionales de la mayoría de los edificios, la lógica de sus planteamientos, la preocupación por sus adaptaciones climáticas se une a las soluciones fantasiosas de sus elementos de soporte, que parecen tomados de cómics de ciencia-ficción; a las escaleras o cascadas de cuentos de hadas, entre los exuberantes jardines de Burle Marx; a las aparentemente caprichosas pantallas, que sin embargo responden a sus orientaciones solares y a las vistas.

En el Palacio de la Alborada o en el Ministerio de Justicia sigue Oscar haciendo los comentarios ingenuamente sagaces de los niños, ocurrentes aunque un pelín inoportunos, con paramentos enteros de espejo o alfombras rojas que reflejan la pompa de los dignatarios.






Figs. 6 a 10. Palacio de la Alborada, Brasilia


Fig. 11. Supremo Tribunal Federal y Palacio del Planalto en la Plaza de los Tres Poderes, Brasilia


Fig. 12. Detalle del Supremo Tribunal Federal, Brasilia






Fig. 13 a 17. Palacio de Itamaraty, Brasilia




Figs. 18 a 20. Ministerio de Justicia, Brasilia


Fig. 21. Teatro Nacional, Brasilia

Oscarinho juega libremente sin embargo en la Catedral (fig. 22), en el Museo Nacional (fig. 23) o en la Capilla de Nuestra Señora de Fátima (figs. 24 y 25), en la que vuelve a poner en juego interesantes juegos perspectivos; mientras Niemeyer atiende respetuoso los requerimientos urbanos de su mentor Costa en los bloques de los Ministerios.


Fig. 22. Catedral, Brasilia


Fig. 23. Museo Nacional, Brasilia



Figs. 24 y 25. Capilla de Nuestra Señora de Fátima, Brasilia

En los años sesenta, escapando de la difícil coyuntura política, el arquitecto se traslada a París apoyado por el entonces ministro de cultura André Malraux. De esta época son la Sede del Partido Comunista Francés, la Sede de Mondadori en Milán y el Centro Cultural en Le Havre, en las que sigue desarrollando y refinando temas planteados en proyectos anteriores.

A partir de entonces (figs. 26 a 28) consideramos que la dialéctica Oscar-Niemeyer comienza a perder la intensidad que había alcanzado en Brasilia, con excepciones puntuales como el Museo de Arte Contemporáneo de Niteroi (figs. 1 y 29) o aspectos puntuales del Memorial de América Latina (fig. 30) o del Sambódromo de Río de Janeiro (fig. 31), en los que el pulso de ambos se sigue manteniendo. En el museo, las rampas responden al deseo del niño de alcanzar el lugar anhelado, de desplazarse por el aire sin peso, como volando en sueños, de no distinguir lo pequeño y lo grande, desafiando las escalas, como si la lámina de agua fuese también el mar del que la "flor" surge espontánea como una planta acuática. Pero en general encontramos a uno o a otro, sin la tensión entre ambos que había caracterizado sus obras cumbre anteriores y sobretodo al niño resabiado que se mete en las conversaciones de los mayores sin la madurez requerida, que cansa con sus salidas de tono.



Figs. 26 y 27. Cuartel General del Ejército, Brasilia


Fig. 28. Auditorio en el Parque de Ibirapuera, Sao Paulo


Figs. 29. Museo de Arte Contemporáneo, Niteroi, Río de Janeiro


Fig. 30. Biblioteca del Memorial de América Latina, Sao Paulo


Fig. 31. Sambódromo, Río de Janeiro

Pero quizá sea ya pedir demasiado a Oscar Niemeyer, seguramente el mejor arquitecto vivo. Oscar y Niemeyer suman juntos ciento dos años de vida. Ciento dos años de lucha, de diálogo y de comprensión. Quizá ese sea el secreto. "!Bravo Oscarinho! ¡Bravo Niemeyer!".

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